martes, 17 de agosto de 2010

Un pequeño fragmento..

El amor es el tiempo y el espacio en el que el "yo" se concede el derecho a ser extraordinario... La espera me hace dolorosamente sensible a mi estado incompleto que antes ignoraba... La llamada, su llamada, me desborda con un flujo en el que se mezclan trastornos del cuerpo (lo que llamamos emociones) y un pensamiento en torbellino, tan vago, tan débil, tan dispuesto a penetrar o fundirse en el otro, como vigilante, despierto, lúcido en su avance... ¿Hacia qué? Hacia un destino implacable y ciego como una programación biológica, como el desarrollo de la especie... Cuerpo insuflado, presente en todos sus miembros por una deliciosa ausencia: voz temblorosa, garganta seca, ojos deslumbrados por el resplandor, piel rosada o sudorosa, corazón palpitante...

Los síntomas del amor ¿serán los síntomas del miedo? Miedo-deseo de dejar de sentirse limitada, retenida, de pasar al otro lado. Temor a transgredir no sólo conveniencias, prohibiciones; sino también y sobre todo, miedo y deseo de traspasar las fronteras del yo... El encuentro entonces, mezclando placer y promesa o esperanza, permanece en una especie de futuro perfecto. Es el no-tiempo del amor que instante y eternidad, pasado y futuro, presente, me colma y sin embargo me deja insatisfecha... El amor es, en suma, un mal a la vez que una palabra o una carta. Lo inventamos cada vez, con cada amado forzosamente único, en cada momento lugar, edad... O de una vez por todas.

Las delicias y las angustias de esta libertad se agravan hoy por el hecho de no tener códigos amorosos, no hay espejos estables para los amores de una época, de un grupo, de una clase. el diván del psicoanalista es el único lugar donde el contrato social autoriza explícitamente una búsqueda -aunque privada- del amor.




JULIA KRISTEVA, Historias de Amor. Editorial Siglor XXI. México, 1993. págs. 4 y 5.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

hola holaa hola sii.. llená el formulario de comentarios dale! enterito porque si no le agarra hambre al pobrecito