viernes, 20 de abril de 2012

Verrugas problemáticas

¿Viste cuando tenés una verruga gigante, deforme, horrible, que parece una neo-mini-extremidad? Sos un monstruo, prácticamente.
Te dan ganas de sacartela, de arrancarla, de explotarla con una tenaza, de cortarla con una tijera. De ver como crece y termina desprendiéndose de tu cuerpo como un ente independiente que puede moverse con libertad, alimentarse, dormir, pensar, hablar.
Es asquerosa.
Todos te dicen que no debés tocarla, que vayas a un curandero, que le ates un pelo, un hilo, un pez; te ordenan que vayas a un doctor, el doctor te receta una loción. Todos quieren darte consejos y vos lo único que querés es extirparte esa malformación molesta.
Intentás todo. Pelos, cremas, hilos, lociones, conjuros, humos, flechas, amor, uña, odio, rezos, Dios, pinzas, tantra, Buda, mantra, Claudio María Domínguez, tarot, astrología, demonología, angeología, psicología...
¿Y qué pasa?
Nada.
Perdés tiempo.
Esa montaña de piel sigue fiel a sus convicciones de ser un alien.
Pasan los días y sentís que eso continúa creciendo. Temés por tu vida.
Hacés oídos sordos a los discursos que te han dado. Te olvidás de la receta del doctor. Mandás a la mierda las indicaciones del curandero. Y terminás rascando esa cosa con la uña de tu dedo índice de tu mano derecha.
Te lastimás, sangrás. Te asustás. La dejás.
Ahora es evidente que está más grande.
Volvés a las recetas anteriores. Mezclas todo.
No hay solución, la verruga es tu parásito personal. Indestructible.
Te rendís.

Meses, años quizá... Ya se volvió tu amiga. Hasta que alguien te hace recordar lo asquerosa que es.
Vuelta a lo mismo.
Curandero, doctor, psicólogo, astrólogo, tarotista, tía, abuela, vecino.
Otro semestre así y nada.
Te cansaste y esta vez, con mucha decisión, la arrancás con tus uñas, te desinfectás y te ponés una vendita.
A la semana ya estás como nuevo y la cabeza de gnomo que crecía parasitaria en tu pierna, no vuelve más.

Por eso, a veces, cuando uno tiene un problema (como esta verruguita) es mejor olvidarse de lo que dicen los otros y empezar a decidir por uno mismo.
Porque la mejor solución siempre está en nuestro interior.